viernes, 9 de junio de 2006

Razones o pataletas

Me duele observar el mundo y contemplar la supremacía hiperrealista de los mastodontes económicos. Me lacera la conciencia el que acontecimientos inicuos para la especie humana (y no humana) sean considerados normales dentro de la lógica del beneficio. Hostiga mi frágil entendimiento que el idealismo sea rechazado con sorna y desprecio y que sólo el lado hobbesiano del lobo estepario que nos exorna, el “sentido común” de hipócritas convencionalistas, la agresividad y la competitividad sean proclives a la virtud. Y es que desde mi modesta atalaya de fisgón furtivo diviso las huestes de los edecanes del miedo, del estado de inseguridad delirante, de los que proclaman tan agoreramente el fin de los tiempos, y los veo cabalgar con la seguridad y el porte que otorga la fe que procesan en su victoria. Conservar el privilegiado altozano que ocupan es su único desvelo, y para ello no dudarán en desprenderse de los lastres que ralenticen su marcha. Los oigo reírse cuando se propone legislar en torna al respeto por los animales (proyecto Gran Simio), advertirnos cuando de inmigración se trata y vituperar si de desmontar proyectos dialogados de paz va el asunto. Y además lo hacen con el recurrente ejercicio del argumento fácil y propagandístico, con la elocuencia de la demagogia y el populismo y con la advertencia ululante de que el enemigo rebasa ya el horizonte. ¡¡Y cuidado, pérfido traidor a la causa cristiana y occidental. No oses contradecirles. Ándate con ojo porque, de no variar tu actitud, el destierro al fango del ridículo y de la culpa es seguro¡¡.

Los escucho batirse en sardónica carcajada cuando hay que rechazar el proyecto Gran Simio. Como el contraargumento ético es fácilmente desmontable y políticamente incorrecto, la inmersión al ridículo es su recurso: que si tendrán derecho a vivienda, matrimonio, etc. Ruido y escaramuza, no sea que el enaltecimiento del mono desmonte la visión creacionista y antropocentrista de la Iglesia y una nueva controversia como la que originó Darwin haga tambalear sus carcomidos cimientos. Además, ¿qué sería de la fiesta de los toros? Para que evitar dolor a los animales si los puedes matar con la creatividad y el recreo que otorga la mente humana.

Te hablan de inmigración, de lo funesto e irremediable de sus efectos, de la delincuencia que genera. Predisponen al personal a odiar al diferente para que sea el tejido social patrio el que rechace al extranjero usurpador, mientras ellos se dedican a cuitas más trascendentes. Pero los oigo bramar cuando los países pobres deciden nacionalizar sus recursos como solución a las sangrías emigratorias. Gran ejercicio de coherencia, si señor, quiero tus medios pero no las fallas de su ausencia.

¿Negociación?¡¡ Rendición, defección, traición¡¡. Suenan beligerantes los tambores de guerra de los que niegan la posibilidad de soluciones dialogadas en encrucijadas como la del conflicto vasco. Frente al honor mancillado que muestran cara a la galería, yo situaría más bien la necesidad de mantener un enemigo bien visible que aporte votos y simpatías. Sin embargo callan, o te llaman rencoroso revisionista cuando les espetas que la transición no fue más que un mal proceso de paz en el que los que mataron durante años salieron indemnes de sus barbaries e impusieron unas coordenadas de silencio y olvido incuestionables. ¡¡Ejemplar transición¡¡ declaman con artera convicción. Ni ejecutores castigados ni víctimas reconocidas y resarcidas.

Y a esto se deben todos los lamentos del principio, todas las heridas que juntas y multiplicadas me causan un definitivo dolor. El de contemplar que unos pocos reclaman para sí el derecho de vivir su libertad a cuenta de la de los demás, como si ellos fueran la esencia de esta pangea. Como si su existencia y prevalencia fueran, en definitiva, la medida de todas las cosas. Lo mismo podrán decir éstos de mis posiciones. Pero existe una pequeña y sutil diferencia: que su realidad parte amputada, repujada de negaciones y jaleada por el egoísmo. El mismo que les lleva a rechazar todo aquello que no interesa a su mundo particular, a colocar a los “díscolos soñadores” en el estrafalario club de los idealistas y a hacerlo con un aire de condescendiente burla. En fin, yo sigo soñando.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy lindo. Sólo un apunte, es "Darwin", sin la "ge".