jueves, 15 de junio de 2006

Libertad o Capitalismo

Verdades absolutas y certezas incuestionables jalonan nuestra existencia. O al menos eso intentan hacernos creer algunos derviches sociales que, entre la propaganda y el mito, dan a ciertos dogmas bastante amputados el marchamo de axiomas científicos. Sin ir más lejos, leía perplejo las loas que un articulista dedicaba a la “economía de libre mercado” y al “sistema capitalista” que nos ilumina. Ditirambos y lisonjas plagaban dicha hagiografía. Glosando la excelencia del invento, afirmaba la superioridad del capitalismo sobre cualquier otro sistema económico, así como su perfección, y no sólo llegaba a estos términos, sino que concluía que éste era el único medio transaccional capaz de garantizar la libertad. ¡¡ATIZA!!. Parafraseando el viejo lema anticomunista de “¡Libertad o socialismo!, el firmante de tal añagaza reclamaba para su razonamiento las sinergias entre democracia y capitalismo, entre libertad y neoliberalismo, para terminar asignando el papel de chequistas o instigadores del gulag a aquellos que se empeñan en cuestionar dicha teoría. En su idílico paraíso, tan quimérico como la piedra filosofal, el amor correspondido o la revelación divina, el mercado lo regulaba absolutamente todo, de forma sabia y justa. Las necesidades primaban sobre los intereses y, frente a la utopía dañina y conductista, el capitalismo se erigía como la expresión espontánea de los actos que en libertad ejercían los hombres. Algo así como la génesis del sendero de un bosque: alguien paso el primero por un lugar determinado sin ni siquiera pretenderlo, para que después lo hicieran los demás, sin coacciones ni consignas previas.

Pero ocurre que, al igual que el socialismo soviético fue una economía de estado con un fuerte carácter intervencionista, tanto en la parcela económica como ideológica (se llega a hablar de más de 100 millones de expurgados), el capitalismo lo es de mercado e igualmente intervencionista. Lejos de mecerse en las pasivas aguas de los “subproductos involuntarios evolutivos” (ejemplo del sendero en el bosque), el capitalismo se guía más bien por los intereses de unas cuantas corporaciones que trascienden del sistema, para convertirlo en un “capitalismo de amiguetes”. Un “capitalismo de amiguetes” que aparta a las poblaciones de países con un gran potencial económico para hacerse con sus medios y materias primas (Sudamérica, África, Oriente medio), que los somete a la devastación y al pillaje y que los posterga definitivamente en el fondo del cubo para que no reclamen su cuota en un pastel que es finito, escaso y muy atractivo. Un “capitalismo de amigos” que ve la emergencia de países como China e India, donde la superpoblación es mucho más valiosa que las materias primas que puede esconder su subsuelo, sobre todo si consideramos la capacidad consumidora y productiva (de bajísimo coste) de más de 2000 millones de personas. Un capitalismo de amiguetes que, lejos de tener en cuenta matices ideológicos (China-bueno, Cuba-malo), considera más la capacidad de producir y consumir a la hora de defenestrar a sus inválidos.

Pero seguí leyendo el periódico. Al acabar descubrí que mis pobres planteamientos eran fácilmente consolidables teniendo en cuenta alguna de las muchas noticias que había asimilado. Y me paré concretamente en dos: el suicidio de tres “secuestrados” de Guantánamo y el cultivo de plantas destinado al consumo humano. El origen de la primera puede apreciarse fácilmente, ya que Guantánamo es una de las fachadas más visibles y escandalosas del conflicto en Oriente Medio y de su origen que es el petróleo. Este último es sin duda el motor de una industria perfectamente asentada. Empresas extractivas y automovilísticas, motores de la economía de mercado, basan su funcionamiento en este combustible. La estructura creada por estos sectores es excesivamente valiosa como para transformarla al edicto de nuevas fuentes de energía, por lo que sale más barato, o más bien beneficioso, seguir insistiendo en la combustión de un producto (el petróleo) de la que sólo se aprovecha el 35% de su capacidad calorífica y que tantos daños colaterales y guerras preventivas alumbra. ¿Y las fuentes de energía alternativas dónde quedan? Evidentemente en el cajón de las buenas intenciones, mal utilizadas, poco desarrolladas y paralizadas en algunos casos, a pesar de que sean muchas y muy válidas: el hidrógeno (hidrólisis inversa), la fusión nuclear (hidrógeno como combustible y agua como residuo), energía eólica, solar, etc. Abrir las puertas a estos nuevos métodos sería como ceder parte de la exclusiva económica, por eso el “capitalismo de amiguetes” hace lo posible para que no se desarrollen.

Respecto a la segunda noticia, ésta venía a decir que de las 80000 especies vegetales que existen en la Tierra, 10000 habían sido utilizadas por el hombre para su sustento, y que tan sólo 150 de estas se cultivaban en la actualidad. Concluía el párrafo advirtiendo que de estas 150, sólo 15 representaban el 75% de la producción agrícola mundial. Dicho así podrá parecer que nada tiene que ver la noticia con el asunto que nos ocupa. Sin embargo me pongo en la piel de un país subdesarrollado, de economía eminentemente agrícola, en el que frente a la diversidad agropecuaria que le ofreciese garantías a la hora de enfrentarse a malas cosechas, se practica el monocultivo intensivo, fuente de hambrunas y estrecheces. Y veo que no le queda más remedio que hacerlo así si quiere acceder y competir en los mercados mundiales. De algún modo el “capitalismo de amiguetes” invita a estas economías a jugar a la ruleta rusa del monocultivo, que un año de bonanza podrá reportarles unos mínimos beneficios, y otros los hundirá en la miseria si el producto de sus cosechas se va a pique. En definitiva, que la banca siempre gana. Si hay trigo, se lo compramos barato y ganamos, a fin de cuentas nosotros imponemos el precio. Si no hay trigo y además les impedimos el cultivo de otros productos, mueren de hambre y adelgazamos la bolsa demográfica que nos lastra.

Y esto es sólo fruto de dos noticias. Os invito a analizar exhaustivamente cualquier periódico y observaréis que se dan muchas que abundan en mi planteamiento. Y que este capitalismo cultural con prerrogativas de incontestable, precedido por uno comercial medianamente comprensible, por otro industrial que comenzaba a cojear y por otro financiero y especulativo inaceptable, es fácilmente rebatible y que la simple e implacable realidad se encarga de ello. Al eslogan “libertad o socialismo” equipararemos el “libertad o capitalismo”, ya que la libertad es incompatible con los intereses de un Estado o de una Corporación.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Además de estar de acuerdo con tu post, me encuentro perplejo y anonadado ante tanto término desconocido para mí, los que debí consultar para asumir su correcto significado en mi DRAE.

La otra dificultad que encontré para leer tu post es la combinación de colores, la letra verde (?) sobre un fondo naranja (?) definitivamente molesta mis cansados y averiados ojos. Me tomo la libertad de hacer esta observación sin el menor ánimo de ofender o contrariarte, pensando solo en mi propio, mezquino y personal beneficio.

Para terminar comento tu frase final: "...ya que la libertad es incompatible con los intereses de un Estado o de una Corporación."

De una Corporación no te quepa duda, no te quepa duda.