miércoles, 21 de mayo de 2008

Cuando el cereal no sirve para hacer pan

Dice una regla biológica que cuando el número de individuos de una especie supera a la cantidad de recursos que lo abastecen, dicha especie camina inexorablemente hacia la extinción. Éste es precisamente el cauce por el que fluye el caudal de la humanidad. No sé si ese particular armagedón llegará más o menos tarde, pero si se puede asegurar que los síntomas que anticipan tan triste final los estamos vislumbrando. Tal vez la autocomplacencia o nuestra privilegiada vista desde la atalaya del mundo rico desvirtúen un tanto ese estado de emergencia. Pero la cabezona realidad nos lo confirma día a día. ¡¡Estamos dejando a mucha gente abandonada en las cunetas del progreso!!. Y el problema no es precisamente el que este axioma biológico expone, sino que la distribución de esos recursos es desigual. La producción mundial de alimentos, que es el problema más acuciante a día de hoy, daría para sostener a más gente incluso que la actual. Pero surge el cisma cuando una parte de esa población acapara gran cantidad de esos frutos porque sus necesidades, no ya alimentarias sino energéticas y estratégicas, son mayores que las del resto. Y ahí surge el recurrente papel del especulador. Este señor, distorsionador de realidades y ahormardor de nuestras peores pesadillas, persigue detentar el dominio de todos los recursos esenciales en el desarrollo humano y así acumular beneficios y sinecuras. Dominado el sector energético, controlados los yacimientos de materias primas y cercenada la investigación de otras fuentes de energía quizás más económicas, limpias y accesibles pero que de momento no pueden tutelar, ahora se lanzan al control del grano. La simpar inteligencia de estor popes, que siguen manteniendo que la combustión es el modo más eficaz de obtener energía, han patrocinado la creación de la misma a través de biocombustibles y etanol, elaborados a partir de cereales y caña de azúcar respectivamente. Qué ocurre entonces: que la producción mundial de estos alimentos es absorbida por inversores avispados que, encandilados por la demanda energética del mundo rico (incluimos a China e India en el paquete), alteran al alza el precio de estos productos de primera necesidad. Ello implica que los países desalojados de la elite mundial no pueden acceder al mercado de los cereales por el inflado coste de los mismos. Y para más INRI nos encontramos con que las agriculturas europea y norteamericana son la más subvencionadas del mundo. Sus altos costes sólo pueden ser sufragados si sus producciones son utilizadas para la generación de biocombustibles, cuya demanda es mayor y por tanto el beneficio de su venta. Entonces Europa, Usa, China e India se lanzan en busca del cereal que abastezca a sus poblaciones, esquilmando los graneros del 3º mundo y abandonando a este sector del mundo al albur de hambrunas, enfermedades y muerte. Desde la perspectiva capitalista de nuestra virtual “Dysneyland” es más rentable utilizar nuestras cosechas en la obtención de energía y hacer pan con grano asiático o africano. Las consecuencias de tal política poco nos importan ya que son el peaje del desarrollo. Y lo peor está por venir. Por ejemplo el tifón que ha asolado Birmania ha destruido una tercera parte de la producción de arroz de la zona, con lo que hasta los elementos conspiran contra la justicia social. Mientras el mundo de oropel siga dando preferencia al beneficio particular poca esperanza queda para los que sólo tienen eso: esperanza. Preparémonos para el fin de la especie, porque también hasta aquí, hasta este piélago de abundancia y bienestar, llegará su influjo. Y si no al tiempo.
ANEXO: Progreso positivo es aquel que transforma una larva en una mariposa. Pero nos empecinamos en practicar el que convierte la enfermedad en tumor.