jueves, 23 de noviembre de 2006

¿Que es el progreso?

Luis quería crecer. Tenía nueve años y una deuda con la edad. Eso le atormentaba. Envidiaba todas esas estupideces que a los grandes adornaban: el porte elegante, su rango y diligencia, su sabiduría. Sin embargo sabía que la batalla con el tiempo la tenía perdida. De algún modo notaba que la biología era un muro infranqueable por mucho que la desafiara afeitándose con las maquinillas de su padre un día si y otro también. Pronto se dio cuenta de que la única manera de crecer sin contravenir los fundamentos de la física era adquiriendo conocimientos, cuantos más mejor. Los estúpidos e innecesarios, los útiles y tan escasos. A fin de cuentas, si los mayores lo saben todo, él no debía ser menos si quería lograr sus objetivos. Aquella mañana y bajo la atenta mirada de su padre, comenzó a poner en práctica la también ansiada autonomía del veterano, y se lanzó al quiosco a comprar el periódico. En el abigarrado anaquel del establecimiento había diarios, revistas y multitud de objetos más propios de un bazar. Pero de todo aquello, hubo algo que llamó poderosamente su atención. Colgado y arrumbado en una esquina, resaltaba el titular en rojo y letras grandes de una revista. Luisito pagó y recogió en periódico que le encargó su padre. Y mientras iba a su encuentro jugueteando con los cambios y mascullando la frase que acababa de leer, decidió que aquella pregunta sería la primera en su carrera hacia el conocimiento. Sin más dilación el niño espeto la cuestión a su padre: “Papá, ¿qué es el progreso?” El padre, sobrepasado por tan intempestiva pregunta, le contestó con un lacónico y desganado “no lo sé”. Pero la insistencia del niño venció al padre. Recogió a Luisito en su regazo, le ordenó los cabellos que le caían por la frente y le contestó: “El progreso es un bolígrafo, una rotonda, el atasco que pillé el otro día, Marina D´or, el palo de golf que nos van a asignar a cada humano para jugar obligatoriamente en los millones de metros cuadrados de césped que van a cubrir la Tierra, el trasvase que los riegue, convertir el ladrillo en especie autóctona destinada a la reforestación de nuestros montes, las hipotecas, la expo 2008, el Real Madrid campeón de liga, quemar petróleo y aprovechar sólo el 25% de la energía que emite, desechar fuentes de energía limpias, renovables y respetuosas con el medio ambiente, los hilillos del Prestige, las mofas de los que niegan el calentamiento de la atmósfera, los bancos, sus beneficios, obtener de algo inerte e improductivo como el dinero más beneficios que de la industria no especulativa, que esos beneficios, que representan el 85% de la riqueza mundial, estén en manos del 5% de la población, que el obrero siga siendo el componente más inestable y débil de la cadena económica, que nuestra capacidad para consumir nos haga aptos o prescindibles, el colesterol, el omega 3, el tomate transgénico, la homofobia rampante, negar el derecho de dos personas a unirse civilmente cuando y como quieran, la Iglesia como referente moral, sustituir la ciencia por Dios, que propagandistas y buscadores de arcadias rescriban la historia tachando a los que la sufrieron de desagradecidos y traidores, Federico Jiménez Losantos, Pío Moa, la política como medio de satisfacer aspiraciones partidistas, la política subordinada al poder económico, Gran Hermano, la telerealidad, la basura catódica, los medios de (des-) información subvencionados, el Mundo, el País y la madre que los parió, el hambre, el cínico sentimiento de culpa de los países desarrollados, las ONG´s como lenitivo a dicho sentimiento, la hipócrita caridad cristiana, la neolengua que pronosticó Orwell con términos como “ataque preventivo”o “daño colateral”, la guerra como “continuación de la política por otros medios” (Von Clausewitz), Palestina, Oriente Medio, la OTAN, las domesticadas Naciones Unidas, la resolución 242, el Ibex, el miedo como agente anestesiante de la población, la ETA, Bin Laden y todos los malos oficiales que tanto bien hacen al poder, internet, las descargas ilegales, la SGAE, la mercantilización de la cultura, el AVE, los vuelos baratos, los discos de Monaguillos y del Corazón del sapo, Woody Allen, Saramago y Galeano, las vallas fronterizas de Ceuta y Tijuana, su permeabilidad al dinero, su aversión refractaria a las personas, la inquina al diálogo, el placer por el exabrupto y el puño.......................................................(podéis completar)

jueves, 16 de noviembre de 2006

Otra vez Palestina y van ...

Suma y sigue. Tras el indiscriminado ataque israelí sobre suelo libanés de hace unas semanas, el ejercito sionista, con la anuente y repetida excusa de luchar contra el terrorismo, lanzó un nuevo ataque contra sus enemigos y rehenes domésticos. Los palestinos, claro. 19 de ellos, todos civiles, cayeron abatidos ante las despiadadas balas del gobierno de alianza entre Olmert, heredero natural de Ariel Sharon, y los ultraortodoxos judíos. Pero esta vez la agresión, además de ser un instrumento intimidador ante la población, posee un segundo propósito que la hace más retorcida y aviesa si cabe: la de generar una guerra civil entre palestinos que facilite la continuidad de la ocupación sionista. Y no ha sido algo espontáneo, ya que la premeditación y el diseño casi quirúrgico de la operación han sido evidentes a lo largo de mucho tiempo. ¿Cómo crear un conflicto entre palestinos? Sencillo. Los servicios secretos israelíes estimulan y promocionan la creación de un movimiento palestino de corte ultrareligioso que haga frente al pétreo y belicoso Arafat y su formación política: Al-Fatah. Divido a la opinión pública entre esta nueva opción, Hamas, y la de Al-Fatah, instaurando así, muy subrepticiamente, la disensión ideológica y la desestabilización política del adversario. Esto último quedó patente cuando hace poco Hamas ganó las elecciones legislativas en Palestina y el primer ministro designado, Ismael Haniyeh, tuvo que cohabitar con el presidente de la Autoridad Palestina, Abbu Abbas de Al Fatah. Los ingredientes estaban sobre la mesa. Sólo faltaba calentar el aceite. La rivalidad y animadversión entre ambas facciones comenzó a dar forma a lo que parecía una incipiente guerra civil: encendidas declaraciones e invectivas entre representantes de ambos partidos, escaramuzas armadas entre sus seguidores, etc. El gran oso israelí observaba solazoso desde su guarida como los palestinos encontraban nuevos rivales dentro de su “encorsetado” estado, y como desplazaban a Israel en su jerarquía de enemigo número uno en favor del disidente interno. Ni que decir tiene que en una situación guerracivilista como la que se preveía, el ejercito sionista tendría patente de corso para reinvadir los territorios ocupados en aras de una supuesta pacificación del terreno, prorrogando de nuevo y sin visos de caducidad la anormalidad territorial de la zona que data ya de 1967. Pero he aquí que Hamas y Al-Fatah, en un ejercicio de posibilismo político, deciden crear un gobierno de concentración palestino que acabe con el conflicto interno y ponga bien a las claras que sólo Israel es el culpable de su aciaga situación. Alarmas de arrebato sonaban en Tel-Aviv. El plan sionista empezaba a fallar. Olmert, acechado por los ultraderechistas judíos, decide bombardear los territorios ocupados con la esperanza de que, en una situación de caos, los palestinos vuelvan a culparse entre ellos y reconducir de este modo su plan inicial. 19 muertos es el resultado de la tirita que el gobierno israelí puso a su megalómana estrategia. 19 muertos que, para variar, supusieron la condena por parte de la comunidad internacional, entusiasta en el menor de los casos, velada, discreta y nula en la mayoría de ellos. De hecho en una reunión Olmert-Bush, posterior a la agresión y en la que se suponía iba a escenificarse un tirón de orejas al primer ministro israelí, se convirtió en una cena de amigos llena de complicidades y en la que sólo se escuchó la sempiterna serenata del terrorismo internacional, del enemigo común, Irán, Iraq...

Contemplada la situación, uno se da cuenta de la rentabilidad y el rédito que el primer mundo obtiene del estado paranoico-terrorífico en el que nos movemos y que preconiza. Es más: si vislumbra que algún conflicto decae o se extingue, lo atiza con la única finalidad de mantener su preponderante y hegemónico Statu-quo. Lejos de suponerle una extorsión, conflictos como el palestino, el iraquí o cualquiera que adobe el mundo, son la coartada perfecta para que sus políticas “democráticas” y designios económicos sigan siendo los dominantes.

PREGUNTA ESTÚPIDA:

Trasladando el tema al conflicto vasco y su proceso de paz, ¿por qué en el estado español hay gente de una muy concreta orientación política, que está deseando que “estalle la bomba” y fracase el intento de pacificación para así seguir ganando elecciones y autoerigirse en garantes de la libertad?