jueves, 26 de abril de 2007

32 Asesinados en Virginia

Sin duda alguna, el miedo es la máquina que agita el mundo, el “motor inmóvil” tomista que sacude las entrañas de la tierra, capaz de generar sinergias tan indeseables como la violencia y la muerte, el caos y la destrucción. En el mundo rico tenemos miedo a las incertidumbres del futuro, al desconocido, al raro que puede desestabilizar nuestras acomodadas vidas. En el pobre lo tienen a que su biografía no exceda de dos comidas al día, a no ser testigos de la próxima salida del sol. Dejando claro que éste último es mucho más legitimo y justificado, nos adentraremos en los arrabales del miedo “civilizado”. Atiborrado de colesterol y satisfechas sus necesidades básicas, el hombre occidental aspira a seguir conservando su status de preeminencia sobre el resto de los mortales. Eso le provoca una ansiedad, un desasosiego que le lleva a dudar de todo lo que pueda perturbar su privilegiada situación. Y para estimular aún más dicha turbación, ahí nos encontramos con los inoculadores de miedos tan propios de estos dominios, esos profesionales de la desinformación, de la media verdad y de la mentira absoluta que se encargan de elevar exponencialmente ese pánico hasta cotas insondables con amenazas televisadas, muchas veces infantiles y poco creíbles, pero que calan en el subconsciente popular: terroristas imaginarios que si no existen se crean, malos malísimos secuestradores de niños, abejas asesinas de pérfido aguijón, “belcebús” con rabo y tridente que conspiran para arrebatarles sus dichosas existencias. De este modo, el paciente ciudadano, inhibido por toda esta maldad, deja de pensar en aventuras y veleidades pseudorevolucionarias, o cuando menos contestarias, que le separen del recto camino del CONSUMOy la PRODUCCIÓN(defiéndete mientras te damos por el culo). Sin embargo ocurre que cuando ese miedo irracional entra en contacto con potestades como la de la posesión libre de armas en USA, el paisaje adquiere otros tintes bien diferentes. En ese momento el miedo, excitado con el catalizador de las armas, se torna rápidamente en violencia. Violencia rápida y aséptica que hace más llevadero dicho miedo ya que el individuo se enfrenta a él con el plus de fuerza que otorga un arma. Eso mismo ha ocurrido en el estado norteamericano de Virginia, donde un estudiante malcarado y con ciertos rencores no confesados ha asesinado a 32 compañeros a punta de pistola. Resulta curioso que, a pesar de la reincidencia de estos escenarios, en USA no se considere la posibilidad de abolir la 2ª enmienda de su constitución, la que les otorga la capacidad de poseer armas de fuego. Y es que a pesar de que su historia esté preñada de hechos parecidos, prevalece el derecho a poseerlas y a utilizarlas sobre el derecho de las vidas que podrían verse cercenadas. Fuertes “lobbies” como la Asociación Nacional del Rifle y la industria armamentística velan por la pervivencia de esta enmienda, mientras que obtusos neoliberales, en cuyo horizonte convergen el conservadurismo más rancio y el liberalismo económico que les hace cada vez más ricos, piensan que ninguna alta estancia puede privarles de un derecho que surge de la génesis y del mismo hecho fundacional de su nación. Pero lo preocupante de todo esto es el arraigo que el “rifle” tiene en la población, que los aspirantes a presidente tengan en su foto con Charlton Heston (presidente de la asociación nacional del rifle) una cita obligada y que la industria armamentística siga ganando mucho dinero con esta tradición tan estúpida. Es más: a Gary Cooper se le ha quedado pequeño el pueblo de “Sólo ante el peligro”y engrandecido por su condición de gendarme del mundo, se atreve a exportar tan deleznable afición al resto del mundo, invadiendo países y haciendo uso de sus atribuciones de sheriff en nombre de la libertad de sus conciudadanos. Mientras todo siga así, mientras muchos padres americanos tengan la prioridad de familiarizar a sus hijos con una escopeta “por si alguna vez son perturbados por maléficas fuerzas” y mientras las empresas sigan viendo un filón económico en su venta, hechos como el de Virginia seguirán engordando el dantesco currículo de la sociedad norteamericana. El miedo estimula la adquisición de armas. Estas armas causan muertos. Estos muertos incrementan de nuevo el miedo y, en consecuencia, la necesidad de poseer más armas, que a su vez generarán más muertos...... Así nos adentramos en una espiral sin visos de solución, a no ser la aniquilación total.

POSTDATA: Las armas deberían tener una licencia que impidiera su adquisición a no ser que su uso exclusivo fuera el suicidio. Eso si que sería un auténtico ejercicio de libertad: poder disponer, de un modo drástico y eficaz, de la vida propia en cualquier momento, dejando las de los demás al arbitrio de sus dueños.

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