lunes, 17 de julio de 2006

¡Mira a quién secuestraron!

por Arik Diamant y Axis Of Logic

Traducido del inglés para Rebelión y Tlaxcala por Germán Leyens


Cientos de ‘sospechosos’ palestinos han sido secuestrados de sus hogares y jamás serán juzgados.

Son las primeras horas de la mañana, todavía es oscuro. Una fuerza guerrillera sale de la nada para secuestrar a un soldado. Después de horas de cautelosos movimientos, la fuerza llega a su objetivo: ¡es una emboscada!
En segundos, el soldado se encuentra frente al cañón de un fusil.

Un golpe en la cara con la culata del arma y el soldado cae por tierra, sangrando. Los secuestradores lo recogen, atan rápidamente sus manos y le vendan los ojos. Se los traga la noche.

Podría ser el final del secuestro, pero la pesadilla sólo acaba de comenzar.
La madre del soldado se desmaya, su padre reza. Sus comandantes prometen hacer todo lo posible por que vuelva, sus compañeros juran venganza. Toda una nación se alza en armas, retorciéndose de dolor y preocupación.

Nadie sabe cómo le va al soldado: ¿Está herido? ¿Le concedieron sus captores un mínimo de decencia humana, o lo están torturando hasta la muerte, pisoteando su honor? El peor sufrimiento es no saber. ¿Volverá a casa? ¿Y si vuelve, cuándo? ¿Y en qué condición? ¿Puede alguien mostrar apatía ante un drama semejante?

Terror israelí

Esta descripción, te sorprenderá, no tiene nada que ver con el secuestro de Gilad Shalit. Es la historia de un arresto que realicé como soldado del ejército israelí, en la kasbah de Nablus, hace unos 10 años. El “soldado” era un muchacho de 17 años, y lo secuestramos porque conocía a “alguien” que había hecho “algo”.

Lo llevamos maniatado, con un saco de arpillera sobre la cabeza, a un centro de interrogación del Shin Bet [servicio de espionaje israelí, N.d.T.] conocido como el “Monte de los Gritos” (entonces pensábamos que era divertido). Allí, al prisionero lo golpearon, lo sacudieron violentamente y lo privaron de sueño durante semanas o meses. Quién sabe.

Nadie informó sobre su caso en la prensa. Nadie apeló a los diplomáticos europeos para que le ayudaran. Después de todo, no había nada extraordinario en el secuestro del muchacho palestino. Durante los 40 años de ocupación hemos secuestrado a miles de personas, exactamente como capturaron a Gilad Shalit. Amenazados con un fusil, golpeados despiadadamente, sin juez o jurado, ni testigos, y sin suministrar ninguna información sobre el cautivo a su familia.

Cuando los palestinos lo hacen, lo llamamos “terror.” Cuando nosotros lo hacemos, trabajamos horas extra para encubrir la atrocidad.

¿Sospechosos?

Algunos dirán: El ejército israelí no “sólo” secuestra. Se trata de
“sospechosos”. · No hay mentira más perversa. En todos mis años en el
ejército, llegué a una conclusión simple: ¿Qué convierte a alguien en
“sospechoso”? ¿Quién, exactamente, lo sospecha, y de qué?

¿Quién tiene derecho a sentenciar a un muchacho de 17 años al secuestro, la
tortura y su posible muerte? ¿Un interrogador de 26 años del Shin Bet? ¿Uno
de 46 años? ¿Tienen alguna educación superior, aparte de su capacidad de
interrogar? ¿Cuáles son sus consideraciones? ¿Si todos esos “sospechosos”
son tan culpables, por qué no son juzgados?

Cualquiera que crea que a pesar de la falta de transparencia, el ejército israelí y Shin Bet hacen lo posible por reducir a un mínimo las violaciones de los derechos humanos, es ingenuo, si no le han lavado el cerebro. Basta con leer los testimonios de soldados que han realizado detenciones administrativas para convencerse de la profundidad de la inmoralidad de nuestras acciones en los territorios [ocupados].

Hasta hoy mismo, hay cientos de prisioneros pudriéndose en prisiones y mazmorras del Shin Bet, gente que nunca ha sido – y jamás será – juzgada. Y los israelíes están silenciosamente resueltos a este fenómeno.

Responsabilidad israelí

El día que secuestraron a Gilad Shalit yo iba en taxi. El conductor me dijo que debemos entrar en Gaza, comenzar a matar a la gente uno a uno, hasta que alguien no resista y devuelva al rehén. No es evidente que una tal operación devuelva a Gilad en vida.

En lugar de ser llevados a reacciones terroristas, como lo ha hecho la sociedad palestina, deberíamos liberar a algunos de los soldados y civiles que hemos secuestrado. Es adecuado, correcto, y podría llevar a un aire de reconciliación en los territorios.

¡Caray! Si con ello Gilad vuelve a casa sano y salvo, lograrlo es nuestra responsabilidad hacia su
persona.

Arik Diamant es reservista del ejército israelí y jefe de la organización “Derecho a Rehusar”.

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